Marcos era un joven violinista de mucho talento. Marcos
amaba la música. Solo había algo que le gustaba más que interpretar música:
componer música. Era uno de los miembros de la orquesta de una agradable
ciudad. Una orquesta era muy apreciada por todos los habitantes que tocaba
sobre todo música alegre, que el público disfrutaba mucho y en ocasiones hasta
bailaba.
Una tarde, volviendo de un ensayo, Marcos vio acercarse una
nube muy grande y muy negra. Tan oscura que nada de luz la atravesaba, y
provocaba por allí donde pasaba una noche temprana. Cuando la nube estaba
encima de Marcos, empezó a caer de ella una lluvia muy fuerte y muy fría.
Marcos corrió hacia casa, pero no pudo evitar llegar empapado. Aunque se cambió
rápidamente de ropa, se quedó destemplado y se sintió débil. Decidió tomar algo
caliente y acostarse.
Al día siguiente, tuvo una muy mala sensación nada más
despertarse. Comprobó si tenía fiebre. No. Tampoco parecía que estuviera
resfriado. Sin embargo, estaba muy desanimado, sólo le apetecía quedarse en la
cama. Pensó faltar al ensayo, cuando hasta ese día siempre llegaba mucho antes
de la hora, con muchas ganas de empezar. Finalmente decidió ir, pero fue sobre
todo por no fallar a sus compañeros.
Todos le notaron extraño ese día antes de iniciar el ensayo.
Tenía muy mala cara, lo que era extraño en él. Lo normal era que contagiara
ilusión a los demás. Le preguntaron pero Marcos no sabía explicarlo, y tampoco
mostraba muchas ganas de hablar, así que no insistieron.
Empezó el ensayo y desde el principio fue mal. Marcos no era
capaz de tocar en el mismo tono que sus compañeros. Algo que debería ser muy
fácil para él, le resultaba imposible. El director paró el ensayo. No le dio
mucha importancia; habría tenido un mal momento, pero Marcos era en quien más
confiaba. Se reanudó el ensayó. Nada mejoró. Marcos no era capaz de armonizar
con sus compañeros. Mientras que el resto de la orquesta sonaba dulce y alegre,
las notas de Marcos eran lamentos amargos y graves. Cuanto más se esforzaba,
peor era el resultado. El director paró y reanudó. Paró y reanudó. Cada vez era
peor. Marcos estaba frustrado, angustiado, desesperado. Entre todos decidieron
que lo mejor era que se fuera a casa. Tenía un mal día; a cualquiera le podía
pasar.
Al día siguiente volvió al ensayo y ocurrió lo mismo.
Marcos dejó de ir a los ensayos. Se quedaba en casa todo el
día, muy triste. Lo único que le apetecía era interpretar la música que
componía. Pero tocar no aliviaba su tristeza; más bien la reforzaba, porque la
música que componía era muy, muy triste.
Algunos compañeros fueron a visitarle y trataron de tocar
algo juntos, para ver si Marcos cogía el tono, se animaba y podía volver a los
ensayos. Pero Marcos era incapaz. Lo único que podía interpretar bien era la
música que estaba componiendo pero no quería que sus amigos la escucharan
porque le parecía demasiado triste, seguro que no les gustaría. Y cuando se
marchaban se sentía muy solo y aún más triste.
Una tarde, cuando sus amigos estaban muy cerca de su casa,
oyeron desde la calle la música que Marcos interpretaba. Y sí, pensaron que era
muy triste, pero también que era muy hermosa. En cuanto les abrió la puerta, le
dijeron que esa música era muy bella, que toda la ciudad debía escucharla.
Marcos no quería. No, no, sería un fracaso. La gente protestaría, se iría. Sus
amigos estuvieron mucho tiempo tratando de convencerle. Y al final Marcos
cedió. Seguía sin estar nada convencido, pero echaba tanto de menos la sala de
conciertos, ser escuchado con atención por mucha gente.
En el siguiente concierto de la orquesta, después de una
primera pieza que tuvo mucho éxito, el director anunció que Marcos iba a
interpretar una composición que el mismo había creado. Marcos estaba muy
nervioso, sus amigos y el resto de sus compañeros también lo estaban, pues
aunque la música les parecía muy bonita, no sabían cómo la recibiría el
público.
Marcos se secó las manos y empezó a tocar su música. Lo hizo
con gran precisión y un enorme sentimiento. Era el mismo lo que estaba
interpretando, estaba expresando todas las emociones que había experimentado
durante ese oscuro tiempo. Después de unos minutos, se oyeron algunas leves
quejas, la gente no estaba acostumbrada a una música así. Pero fueron acalladas
por otras personas, que tenían mucho interés en seguir escuchando. No era lo
que esperaban, pero les gustaba. Tenía algo muy auténtico que conectaba con
todos aquellos que ponían atención. A todos les hacía recordar algunos momentos
de sus vidas. Marcos miraba de vez en cuando al público y les veía muy atentos,
y se dio cuenta que había algunas personas estaban llorando. El mismo terminó
su obra con muchas lágrimas en los ojos.
Hubo muchos aplausos, sus compañeros acudieron rápidamente a
felicitarle. Al finalizar los aplausos, una mujer joven, con voz débil dijo: “Ha
sido precioso…¿podrías interpretar ahora una pieza más alegre?” “¡Sí! ¡Sí!
¡Eso!” Se escuchó por toda la sala.
Marcos se sintió angustiado. No creía que pudiera. Pero
tampoco se podía ir sin más. La gente se lo pedía. Quería agradecerles que le
hubieran escuchado, que hubiera podido compartir con ellos su música. “Nosotros
te ayudaremos lo que podamos” Le dijeron sus compañeros.
Marcos pensó, recordó una composición suya de hace ya
bastante tiempo, sencilla, pero que a él le gustaba mucho y le alegraba.
Respiró profundamente, se concentró y empleó toda su energía para empezar a
tocar. Le resultó muy difícil, tenía que esforzarse mucho, y algunas notas no
sonaban como él quería. Pero otras sí, y ver que, aunque con mucha dificultad,
conseguía tocar algo más alegre, le animó. Su propia música le fue ayudando a
sentirse mejor. A la gente parecía gustarle. Sus compañeros intentaban
acompañarle, improvisando. A veces había algún error, pero al público no le
importaba. Apreciaban la intención de los músicos y hasta los fallos les
resultaban simpáticos. La melodía les gustaba, y empezaron a verse sonrisas en
la sala. Marcos había ganado confianza y seguridad, y el ritmo aumentó. Dos
niños empezaron a bailar, justo delante de la orquesta. Tanta energía le
pusieron que sus cabezas chocaron. Todos rieron. También los músicos. También
Marcos. Se sentía una ambiente muy agradable.
Al finalizar, Marcos recibió muchos aplausos. Muchos
abrazos. Fue un éxito. Pero lo mejor es que esa tarde aprendió a tocar lo que
sentía y a sentir lo que tocaba.