miércoles, 8 de agosto de 2018

MI DÍA IDEAL


REDACCIÓN “MI DÍA IDEAL”  - Por Sara Galdos Pérez

Para empezar mi día ideal empezaría tarde. No tendría que madrugar así que no habría colegio ese día. No es que no quiera ir al colegio nunca. No quiero ser una tonta. Ni siquiera una tonta guapa o una tonta rica. Me gusta aprender y sentirme más lista. Pero en mi día ideal prefiero que no haya cole, y poder dormir lo que quiera y hacer lo que me apetezca.

Me despertaría en mi casa o en un hotel, si estoy de vacaciones. No en un palacio de cuento, ni en un mundo imaginario ni nada así. Los cuentos me gustan, pero no sé si me gustaría vivir en uno. Si es en hotel me vale el de la playa al que solemos ir en verano. Está bien. No soy como María que dice que siempre va a hoteles de lujo. Sus padres si no es a sitios muy buenos no viajan dice. Pues yo viajo más que ella. A veces me cansa María. Pero es mi amiga y la quiero, y me gustaría que estuviera conmigo en mi día ideal. Y que estuviera bien. Una vez desee que a mi amiga María le pasara algo no muy bueno. Es que es pesada a veces. Pero es mi amiga y la quiero, y luego me arrepentí de haber deseado eso. Y durante un tiempo tenía miedo de que pasara, pero no pasó y me alegré. No suelo desear que a la gente le pase algo no bueno. Sólo a los niños mayores que nos molestan y de eso no me arrepiento. Tampoco me importaría despertar en casa de los abuelos. Me dejan hacer lo que me apetece y la comida es rica. Me gustaría comer sopa y albóndigas. Con patatas. Y bizcocho de chocolate. Con mis abuelos no veo películas infantiles. Eso me gusta también. Con mi abuelo veo fútbol y con mi abuela Sálvame.

Me gustaría pasar tiempo con mis amigas ese día. Y con mis padres. Y con mis abuelos. Y con mi hermano. Me gustaría que todos estuvieran bien ese día y con tiempo para estar conmigo. Y también quiero estar yo bien. Mi madre estuvo muy malita un tiempo, pero ahora se ha curado. Cuando estaba malita solo quería que estuviera bien. Me gustaría que mi madre tocara el piano y que mi padre contara chistes. Quiero lo mejor para mi familia. Me gustaría que mi hermano mayor fuera feliz. Es un poco mayor que yo y es tímido. Estaría bien que tuviera muchos amigos. Pero si los tuviera igual no jugaba conmigo. Me gusta que me haga caso y juegue conmigo. Quiero que sea feliz jugando conmigo, y leyendo, le gusta leer. Y dentro de unos años que tenga muchos amigos. Y novia. Si quiere. Para ser feliz tiene que ser menos llorica. Hasta yo le hago llorar muy fácil.

Me gusta que le pasen cosas buenas a la gente, también a los que no conozco. Como a los que veo a veces en las noticias. Me gustaría que vivieran mejor.

En mi día ideal me gustaría jugar al baloncesto y meter muchas canastas, ganar a mi hermano al FIFA sin que se dejara ganar, o no mucho, nadar en el mar con el agua fría, bailar con María, cantar en italiano con mi madre, hacer magia para mucha gente, montar en bici con mi padre, tomar nesquik noche viendo llover,  hacer fotos a cosas bonitas o feas pero curiosas, construir con mis legos, un combate de bolas de nieve en la sierra…Ya sé que no puedo hacer todo eso en un día. Pero con algunas de ellas ya podría ser un día ideal. Y también me gustaría que pasara algo que no esperara y me gustara mucho, porque cuando pasa algo bueno que no esperas es mejor que cuando sabías que iba a pasar.

Así que mi día ideal podría ser de muchas maneras. Pero es importante que yo estuviera bien, y mi familia y mis amigos también. Dormir lo que quiera. Comer lo que me apetezca. Jugar mucho. Que todo fuera tiempo libre. Estar con gente que quiera. Aprender algo nuevo. Que tuviera una bonita sorpresa. Que el mundo fuera un poco mejor. Y que me compraran un vestido bonito.

martes, 13 de marzo de 2018

Escribiendo una cita


“Miraba los libros que me rodeaban, esperando impacientes como un niño espera a un padre que llega con retraso. Estaba ya asumiendo que nadie iba a venir. El dueño de la librería me miraba sugiriéndome acabar con aquello, más que nada por lástima. Entonces apareció ella. Apresurada, nerviosa. Sonrió al ver que yo seguía allí.
 - Uff menos mal – dijo sonriendo y llevándose la mano al pecho – Creí que no llegaba, estaba agobiada. No sólo vengo a que me lo firme. Tenía que decirle que me ha encantado su libro. He sentido en muchos momentos que estaba escrito sobre mí. ¡Me siento tan identificada con el personaje de Marta! No quiero ser pesada pero me pasaría horas comentando con usted la historia.
- Bueno, ya me iba a ir, podemos tomar algo y hablar lo que quieras pero con la condición de que me tutees.”
Vale, resulta un poco raro que escriba sobre mis fantasías de éxito. Pero debe decir que como éxito literario es de lo más sencillito. No sé si eso habla de mi humildad o de mi escasa ambición. Un único lector me basta, o lectora mejor.Una única beliefer. Al fin y al cabo, creo que entre mi masa de seguidores hay mayoría de mujeres. Normal, he escrito casi toda mi vida sobre ellas o pensando en ellas.  Muchas veces con la intención de que les interesase el autor detrás de la obra. El deseo de ser querido era mi mayor inspiración. Algunas veces ha dado resultado.  
Una lectora que sienta, que viva mis palabras. O que las ría. Ese es mi sueño de escritor. Bueno eso y que Javier Marías o Vargas Llosa me metan en su grupo de whatsapp de grandes escritores que desprecian al vulgo.
No trabajo demasiado en busca de ese sueño, debo admitir. Pero bueno, hoy estoy aquí, en esta librería-cafetería, pretenciosa y tranquila, con mi portatil. En casa, me despisto demasiado, miro el móvil o veo la tele. Aquí espero estar más centrado.
Aquí estoy, con mi portatil y un café, en actitud reflexiva. Me puede ver todo el que mire el escaparate, las pocas mesas no están en un lugar muy discreto. Creo que mi imagen cara al exterior falla el café. Una te con mucho colorido o un vino ofrecería una imagen más atractiva, más de escritor sofisticado.
En esas mesas expuestas, la gente que pasa puede ver a dos hombres en dos mesas. El otro hombre, más joven, bebe una cerveza pretenciosa. Consulta el móvil y mira frecuentemente hacia la puerta. Siento ya curiosidad por ver a quien espera.
Y aquí aparece. Menudo cabrón con suerte. ¡Qué mujer! El tipo de mujer al que me encantaría poder decepcionar. 
Por la manera en la que se saludan es la primera vez que se ven, al menos en persona. Una primera cita. Probablemente se han conocido en alguna aplicación de estas de solteros. Una cita en un sitio como éste, parece propio de una aplicación de búsqueda de pareja. Las conozco bien. Tienen potencial, lo malo es que uno se tiene que mostrar como una mercancía. Hacer publicidad y venderse. Pero en fin, ¿cuándo en el mundo actual no nos mostramos como una mercancía? Otras aplicaciones como Badoo, no las he trabajado nunca. No son para mí. Si me da corte utilizar una para jugar al padel con desconocidos…
Yo hago como que escribo y sigo atento la conversación. Desde el primer momento, el hombre, Marcos se llama, hace un ejercicio continuado y muy intenso de adulación. Todo lo que dice ella, Alba, le parece maravilloso. No había escucha atenta, sólo respuesta palmera inmediata.No había reconocimiento, diferenciación, comprensión, aceptación. Las personas para poder apreciar nuestra identidad y desarrollarnos como seres únicos, necesitamos oposición, la confrontación con lo distinto del otro. Se lo he leído a un filósofo surcoreano. El propósito último de este zalamero es como máximo un vulgar matrimonio.   
Yo nunca me habría comportado así. En primer lugar porque no soy capaz de alcanzar semejante grado de entusiasmo. Bueno, puede que un primerísimo momento yo también fuera complaciente, para crear un ambiente relajado y propicio para el dialógo. Pero siempre con un propósito final sincero y elevado. Y poético añadiría. Sincero, elevado y poético.
Siempre que conozco a alguien que me interesa me pregunto cómo se cuenta el mundo, y cómo describe al personaje principal de la historia, es decir a sí mismo.  
En una primera impresión creo que Alba se ve como una luchadora, como alguien que conoce las miserias de la realidad, pero que no por ello se ha amargado, ni ha perdido la esperanza de disfrutar de una vida maravillosa. Creo que se ve como alguien que pelea por ella, pero también para proteger y cuidar de los suyos. Ha dicho ahora que es camarera. Vaya, la veo desaprovechada en ese trabajo, sería más beneficiosa para la sociedad en una residencia de ancianos, por ejemplo. Alegrando con su resistente sonrisa.
Me inspira. Me la imagino en una historia en la que vive en una casa muy humilde con hermanos pequeños que dependen de ella. Se esfuerza porque en su hogar se mantenga la alegría y la calidez del cariño, aunque fuera tenga que luchar en un entorno frío, oscuro y hóstil.  Siempre se muestra llena de fuerza y de esperanza. la más fiera en el combate la más dulce en la caricia. Como la María de “Metrópolis” en ambas dimensiones de mujer con una luminosa belleza espiritual, en su misión ilusionada y firme de lograr un mundo mejor, y robot humanoide, seductor y revolucionario. La combinación ángel-diablo es muy interesante en todos los aspectos de la vida. Todavía mi Alba historia está indefinida; unas horas de atenta escucha me permitirían creala a medida.   
Ahora le toca a Marcos hablar de sí mismo. No todo va a ser hacer la pelota. “Pues nada, yo soy muy normal”…¡Por favor! ¿Puede haber una frase más fascista que esa? La gente como yo es la normal. Todos deberían ser iguales a mí. Los distintos son raros, anormales, despreciables. ¡Ojo con Marcos! ¿Te gustaría exterminar a gente como yo, verdad Marcos?
Dudo de que a ella le guste. El hombre que puede buscar Alba…uuhm es dudoso tiene que tener fragilidades para que ella pueda sentir que le cuida y le protege. Pero a la vez, para que le pueda amar como pareja, tiene que ser luchador. Algo así a lo que ocurre con la viuda negra y Hulk. Ufff, Scarlett Johansson.
Parece que a ella le hace gracias Marcos. Se ríe mucho. Bueno, creo que ya está bien. No estoy aprovechando nada el tiempo, no he escrito ni una buena frase. En vez de escritor estoy ejerciendo de cotilla patético. Me está dando bajón.
Creo que ya es hora de regresar a mi fortaleza de soledad escala click de famobil-

jueves, 22 de febrero de 2018

La chica del ayer


No levanto mucho la vista durante el trayecto en metro. Muy temprano, de casa al trabajo. La concentro en mi kindle, en mi libro de Saer, con su letra pequeña para que me dure más cada página y no tengo que pulsar continuamente. Me aislo en el lenguaje lleno de belleza y sentido. Saco así provecho del tiempo que dura este viaje rutinario y oscuro.
Las pocas veces que la levanto no enuentro nada que atraiga mi interés. Algunas de las caras habituales.  Casi siempre a la misma hora, casi siempre en el mismo vagón. Ahí está la chica que se maquilla. Logra asiento con experimentada habilidad, abre su espejito y procede. Imagino que es alguien que está siempre falta de tiempo, o quizá es un poco perezosa y le gusta apurar al máximo el tiempo en la cama. Lo consigue sin sacrificar su aspecto. Cierto es que sus compañeros de viaje vemos el antes, su cara sin flltros. Pero no somos su público. Es al salir del metro cuando se abre el telón, así que nada  importa que veamos que ocurre en los camerinos. Casi todos los pasaejeros de la mañana aun no hemos empezado oficialmente la jornada, estamos aún en la fase previa del día.
También estaba el hombre dormido. O aparentemente dormido. No ronca y por su aspecto yo apostaría que cuando está de verdad dormido si lo hace. Pero apenas se mueve, mantiene su cabeza echada hacía atrás, apoyada en el cristal y sus ojos permanentemente cerrados.Aunque no llegue a entrar del todo en el reino de los sueños, me sigue asombrando su capacidad para reaccionar justo en el momento oportuno. La entrada en Estrecho coincide con la apertura de ojos. Mucho más meritorio los días en que, como hoy, la voz que anuncia las estaciones permanece callada. ¿Si un día no reaccionse a tiempo debería avisarle? Parece lo correcto, pero espero no tener que hacerlo: me resultaría violento además de decepcionante.
Y poco más que ver en el…¡vaya! ¿Pero no es esa Marta? Al menos es idéntica a como la recuerdo. Un momento…es idéntica a como la recuerdo, a como era la última vez que la vi ¿y cuándo fue eso? Hace mucho…muchos años ¿Veinte ya? Uff, tremendo…Veinte años que han pasado para mí y que también lo han hecho para ella; sólo en mi cabeza permanece igual, inalterada. Uno evita ser consciente de la edad que tiene, pese a que debiera ser evidente, y menos aun  se da cuenta que el tiempo ha pasado también para aquellos que formaron parte de su vida y con los que perdió el contacto hace años.
Marta tendrá mi edad más uno, si sigue endo edad, confío en que sí. Y esta chica tan parecida a ella, o eso me apunta la memoria, tendrá unos 18 creo. Quizá más, no soy muy bueno en esto. A veces, también en el metro, oigo hablar de la universidad a muchachos a los que no echaría más de 16. Y tras escuchar un poco su conversación debo descartar que se trate de prodigios y aceptar el error de mi estimación.
No es probable que me falle la memoria, aunque haya pasado tanto tiempo desde que la vi, que es casi tanto como el que ha pasado desde la última vez que miré una foto suya. Podría ser su hija, pero es poco probable. Tendría que haberla tenido poco después de que rompieramos, y entonces ella no expresaba ningún deseo de tener hijos. Ni entonces, recien licenciados, ni  tampoco en el futuro,  nuestro futuro, cuando lo pensabamos compartido, con esa ingenua creencia en la continuidad de las emociones que se tiene no sólo de joven, pero sobre todo entonces. Pero quién sabe,  pudo cambiar de idea, pudo cambiar de un día para otro. De pronto la maternidad le ilusiona, se la cuenta de otra manera. Quizá por la convincente proposición de alguien que imagina un excelente padre. Es posible. Tampoco yo imagina llegar a convivir con un gato. Le echo de menos. Su dueña lo trajo a casa, y se lo llevó al irse. Lo echo de menos mucho más que a ella. Ese animal sí que sabía entenderme.
No es sólo por sus rasgos, grandes ojos, labios finos…, por los que  la joven del metro me recuerda a Marta; también su intensa energía, el entusiasmo que derrocha. Marta me dio mucha vida, eso es innegable. Grandes momentos. A mí me bastaba con soñar, pero ella necesitaba experimentar. Por supuesto dirigió su entusiasmo, sus ambiciosas expectativas, hacía mí y hacia nuestra relación. Esperaba mucho de mí; era halagador y estimulante, pero también agotador. Me esforcé por ella, mejoré por ella, pero incluso así pensaba que la estaba decepcionando. Finalmente se confirmó: en efecto, la decepcioné. Cuando lo dejamos, cuando me dejó, sentí una liberación. Desapareció la tensión de tener que alcanzar el superyo que era el supertú que estaba en la mente de Marta. Pero desde entonces la he echado mucho en falta, y no ha dejado de ser mi referencia, el modelo con el que comparo y valoro, mi metro de platino iridiado.  
Hasta que no llegue a casa no podré asegurarme de que mi memoria no me falla. Creo que conservo un albúm con fotos de aquella época. No muchas, no había móviles entonces, sólo se capturaban momentos muy especiales: viajes, celebraciones…No había móviles, ni redes sociales…pero ahora sí. Quizá no sea necesario esperar. Es posible que esté en Facebook. No he olvidado sus apellidos, los que buscamos juntos en listas de notas ¡Aquí está! Sí, cómo la recordaba…pero con veinte años más. Sigue guapa. Está sola en la foto, sin niños, ni pareja….me pregunto...No hay más fotos de ella que pueda ver. Esa y una amanecer son las únicas públicas. Tengo curiosidad. No tiene nada de extraña que la solicite amistad. ¿Por qué no? La he recordado y me he dicho qué será de ella. Si acepta mi amistad la puedo escribir un mensaje explicándole lo que ha ocurrido. Creo que le hará gracia. Vaya, me he puesto nervioso.

miércoles, 3 de enero de 2018

El pequeño Adolfo sueña a lo grande


Adolfo era pequeño. Pequeño no sólo por ser un niño; era de reducida estatura, bastante más bajito que sus compañeros de cole. Pero a Adolfo, o Fito, o Fitin eso no le importaba. Siempre estaba alegre, aunque algunos se burlaran de él. Nunca pensaba en límites, sólo en posibilidades. Cuando no estaba jugando, o ayudando a sus padres en alguna tarea, imaginaba todo lo que llegaría a ser. Iba a ser fuerte, iba a ser listo, sorprendería a todos. Adolfo soñaba dormido y soñaba despierto, siempre a lo grande. Sus familiares y amigos contagiados de su energía le animaban, le decían: “claro que sí”, “tú puedes”, “vamos campeón”.
Entre sus sueños su preferido era llegar a jugar en la NBA. Por eso todos los años pedía a los reyes unas zapatillas de baloncesto. Un año tras otro Adolfo sufría una decepción. Los reyes le hacían regalos que reconocía que eran útiles, pero que no tenían nada que ver con lo que había pedido. Hasta que un año las pidió con tanta ilusión, tantas y tantas veces, que a los reyes no le quedó más remedio que traerle una maravillosas zapatillas.
Se apuntó al equipo del colegio. El entrenador el Sr. López al verle llegar con una enorme sonrisa, y temeroso de ser acusado de discriminación a personas con problemas de crecimiento, le aceptó con los brazos abiertos.
Entrenaba con más energía que cualquier otro. Disfrutaba más que ninguno. En todos los partidos jugaba unos minutos. Se entregaba al máximo. Al terminar, ganara o perdiera, se sentía feliz y satisfecho.
Un día después de un entrenamiento, el Sr. López le dijo que se quedará para hablar un poco con él:
“Mira Fito…estamos muy orgullosos de ti”, el entrenador intentaba sonreír pero su gesto era tenso, también su tono. “Ojalá todos se esforzaran tanto como tú. Admiro tu lucha, tus ganas. Soy tu fan por eso. Fan total. Pero en cuanto a tu juego, como te diría yo…Eh…No vales. Es así. Que quieres chaval es la verdad. Joder…¿Es qué tu te has visto? Es que eres muy bajito….coño, eres enano…eres poco más grande que el balón. Ostia no me llores. Me cuesta decirtelo, me está doliendo más que a ti esto, pero alguien tiene que hacerlo, coño, tienes que darte cuenta que es que no sé en que piensas…no vales para esto. Igual para el fútbol si tomas las hormonas del Messi a puñaos…pero es que eres bastante torpe además, bastante manta….Si es que a ver, la voluntad y la energía genial, pero enfócalas a algo en lo que puedas valer….algo habrá…no sé…pero el baloncesto…es que además les haces comprar a tus padres unas zapatillas carísimas, tan pesado te pusiste…que sí que fueron tus padres, que tienes ya doce años chico, que estás muy mayor para seguir creyendo en los reyes, que a tu edad yo ya tenía bigote…Joder, venga, hala, vete a tu casa, y piensa en ello. Mejor deja aquí el uniforme que además te queda muy grande.”
Para Adolfo fue muy duro escuchar a su entrenador. Pero manteniendo siempre una buena actitud, decidió encontrar lo positivo, aprender la lección y dedicarse con todo empeño a alguna actividad en que pudiera triunfar aprovechando sus cualidades.
Fruto de esa determinación, Adolfo se convirtió uno de los mejores jockeys del mundo. Adolfo, el pequeño Adolfo, pudo ser leyenda,,,lástima que el alcoholismo truncara tan pronto su carrera.