Adolfo era pequeño. Pequeño no sólo por ser un niño; era de reducida estatura, bastante más bajito que sus compañeros de
cole. Pero a Adolfo, o Fito, o Fitin eso no le importaba. Siempre estaba
alegre, aunque algunos se burlaran de él. Nunca pensaba en límites, sólo en
posibilidades. Cuando no estaba jugando, o ayudando a sus padres en alguna
tarea, imaginaba todo lo que llegaría a ser. Iba a ser fuerte, iba a ser listo,
sorprendería a todos. Adolfo soñaba dormido y soñaba despierto, siempre a lo
grande. Sus familiares y amigos contagiados de su energía le animaban, le
decían: “claro que sí”, “tú puedes”, “vamos campeón”.
Entre sus sueños su preferido era llegar a jugar en la NBA. Por
eso todos los años pedía a los reyes unas zapatillas de baloncesto. Un año tras
otro Adolfo sufría una decepción. Los reyes le hacían regalos que reconocía que
eran útiles, pero que no tenían nada que ver con lo que había pedido. Hasta que
un año las pidió con tanta ilusión, tantas y tantas veces, que a los reyes no
le quedó más remedio que traerle una maravillosas zapatillas.
Se apuntó al equipo del colegio. El entrenador el Sr. López
al verle llegar con una enorme sonrisa, y temeroso de ser acusado de discriminación
a personas con problemas de crecimiento, le aceptó con los brazos abiertos.
Entrenaba con más energía que cualquier otro. Disfrutaba más
que ninguno. En todos los partidos jugaba unos minutos. Se entregaba al máximo.
Al terminar, ganara o perdiera, se sentía feliz y satisfecho.
Un día después de un entrenamiento, el Sr. López le dijo que
se quedará para hablar un poco con él:
“Mira Fito…estamos muy orgullosos de ti”, el entrenador
intentaba sonreír pero su gesto era tenso, también su tono. “Ojalá todos se
esforzaran tanto como tú. Admiro tu lucha, tus ganas. Soy tu fan por eso. Fan
total. Pero en cuanto a tu juego, como te diría yo…Eh…No vales. Es así. Que
quieres chaval es la verdad. Joder…¿Es qué tu te has visto? Es que eres muy
bajito….coño, eres enano…eres poco más grande que el balón. Ostia no me llores.
Me cuesta decirtelo, me está doliendo más que a ti esto, pero alguien tiene que
hacerlo, coño, tienes que darte cuenta que es que no sé en que piensas…no vales
para esto. Igual para el fútbol si tomas las hormonas del Messi a puñaos…pero
es que eres bastante torpe además, bastante manta….Si es que a ver, la voluntad
y la energía genial, pero enfócalas a algo en lo que puedas valer….algo habrá…no
sé…pero el baloncesto…es que además les haces comprar a tus padres unas
zapatillas carísimas, tan pesado te pusiste…que sí que fueron tus padres, que
tienes ya doce años chico, que estás muy mayor para seguir creyendo en los
reyes, que a tu edad yo ya tenía bigote…Joder, venga, hala, vete a tu casa, y
piensa en ello. Mejor deja aquí el uniforme que además te queda muy grande.”
Para Adolfo fue muy duro escuchar a su entrenador. Pero
manteniendo siempre una buena actitud, decidió encontrar lo positivo, aprender
la lección y dedicarse con todo empeño a alguna actividad en que pudiera
triunfar aprovechando sus cualidades.
Fruto de esa determinación, Adolfo se convirtió uno de los
mejores jockeys del mundo. Adolfo, el pequeño Adolfo, pudo ser leyenda,,,lástima
que el alcoholismo truncara tan pronto su carrera.